Anoche viví una de esas sesiones que te dejan con el corazón lleno y la mente soñando. Armado con mi Seestar S50 y bajo un cielo despejado casi toda la noche, me sumergí en la inmensidad del cosmos desde uno de mis lugares favoritos: el Valle de Amargosa.
- M31 – La majestuosa galaxia de Andrómeda
Le dediqué 4.5 horas de exposición, y valió cada segundo. El núcleo brilla con fuerza, y se distinguen claramente partes de sus brazos espirales. En la misma imagen aparecen M110 y la diminuta M32, como satélites silenciosos orbitando esta gigante galáctica. Aunque estoy satisfecho con el resultado, siento que aún puedo sacarle más detalle… quizás con un poco más de integración o procesado fino.
- M33 – La Galaxia del Triángulo
Una hora fue suficiente para capturarla con gran definición. Me sorprendió lo bien que salió, con sus estructuras internas visibles y ese tono azulado que tanto me gusta. Es una galaxia que siempre me reta, pero esta vez se dejó fotografiar con elegancia.
- Nebulosa Cabeza de Caballo – Un cierre épico
Para terminar la noche, apunté hacia la icónica Horsehead Nebula. El resultado me dejó sin palabras: los colores se aprecian con claridad, y la silueta de la cabeza del caballo está perfectamente definida. Esas texturas rojizas y oscuras que emergen del fondo estelar le dan una profundidad que me emociona cada vez que la veo.
- Condiciones ideales y espectáculo celeste
El cielo estuvo increíblemente transparente, sin viento ni brisa. Solo una nube esporádica cruzó brevemente, pero no afectó la sesión. A las 21:15 comenzó a definirse la Vía Láctea, como una cinta luminosa que abrazaba el horizonte. Además, durante toda la noche observé una media de 9 a 10 estrellas fugaces por hora muchas de ellas grandes, brillantes o de larga duración. Fue como si el universo decidiera acompañar mi sesión con su propio espectáculo.
El Valle de Amargosa nunca decepciona: su oscuridad y tranquilidad lo convierten en un santuario para los que amamos la fotografía nocturna.
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